Lo confieso, desde el 1 de Octubre de 2013 decidí cambiar mi forma de comer entera para alimentarme únicamente de lechuga y savia de árbol, y me encanta. Cierto es que me siento algo débil, tengo mareos, falta de hierro, sufro de insomnio, de extrema delgadez… Pero soy feliz. Mi estilo de vida me alegra, experimentar en mi cuerpo la extrema hipocresía con la que vivo, me llena de satisfacción. Mientras los conejitos y corderitos vivan, reconozco que me da igual ver cómo el ser humano sufre, no me da ninguna carga de conciencia. Duermo de lujo, cuando el insomnio me lo permite.
Estas son las palabras que a muchos os gustaría leer y que seguramente unos cuantos os habréis llenado de alegría leyendo. Habréis pensado, por fin confiesa una persona vegetariana y reconoce haber sido una estúpida, y además, tener un cuerpo débil por haber estado comiendo así. Porque la verdad es que la gran mayoría soñáis con esto para justificaros, para tener pruebas por primera vez en la vida de que la dieta vegetariana es nefasta para el ser humano.
Pero no, siento deciros que no. La lechuga me cuesta digerirla y la savia de árbol me produce mal estar estomacal, «¿y no echas de menos la carne?», sería de idiotas decir que no, pero tranquilos, no sueño todas las noches con un chuletón chorreando sangre y no necesito un bocadillo de choped para afrontar la mañana. Es difícil explicar que aunque eches de menos algo, no quieres devolverlo a tu vida. El principal motivo es pararme a pensar cómo se consigue esa carne, recordarlo cada día me da la energía necesaria para luchar contra una sobre-producción basada en la masacre.
Entonces, algunos plantearíais que si el cerdo ha estado criado en libertad viviendo felizmente y ha sido matado justo antes de morir de forma natural, ¿por qué no comer de él? Pues yo no, y no sé qué contestaría otro vegetariano, dependerá de su filosofía. Aunque una de las bases de este estilo de vida es la indignación y acabar con esta locura, no somos una secta.
Para justificar estos actos decís que somos mucha población y que tenemos que alimentarnos, excusando así el hecho de modificar genéticamente a un ser vivo, reprimir su libertad, maltratarlo y asesinarlo de la forma más cruel. Mientras tanto, en África, la gran mayoría de Latinoamérica, y gran parte de Asia, se mueren de hambre. Otros podríais plantear «ya, pero las plantas también son seres vivos, ¿qué me dices ante esto?» pues diría que cuando llueve, te mojas, ¿a qué es alucinante? A preguntas estúpidas, respuestas estúpidas. Aquí es donde os toca reflexionar a vosotros, estimados lectores.
Muchos os quejáis de la súper producción de producto, en este caso la carne., preo… ¿Qué me dices de la explotación laboral? No te veo ir desnuda, sin móvil y sin internet. Por suerte, existen marcas libres de esclavitud humana, pero por desgracia, ser estudiante sin trabajo no me permite pagarlo. No pretendas que subiendo un escalón llegue a la cima. Es terrible que sea más fácil dejar de consumir carne que acabar con la industria, es absurdo que no podamos dejar de consumir sangre y sudor humano. Yo creo que el error ha sido de todos, tanto modificando genéticamente los animales para consumir más carne, como llevando empresas a países inmensamente pobres donde se cobra un euro al día por trabajar. Se que no voy a cambiar el mundo, pero actúo con el ejemplo.
Así que a mí, que intento aportar mi grano para conseguir darle la vuelta a este mundo que construimos al revés, no me carguéis con una culpa que es de todos, ni me tachéis de hipócrita por preocuparme «solo» por los animales. Para llegar hasta este punto, he tenido que pasar por una desintoxicación social y luchar en muchos ámbitos. No te pido que te unas, pero sí que me respetes. Al menos yo lucho y trabajo para cambiar algo.
Nicasso Ré