Crónica por Diego García y Fotos por Miguel Ángel Portilla
Un violín. Un pequeño trozo de madera tallada con sus cuatro cuerdas, cuatro clavijas, diapasón y otros componentes, era lo que les aguardaba sobre el escenario a todos los asistentes al llegar al Coliseum para disfrutar del concierto que iba a tener lugar.
Una vez estuvieron todos sentados, las luces se apagaron, el público enmudeció y comenzó el espectáculo. Un espectáculo en el que un hombre menudo, con aquel violín en sus manos, supo darle vida para hacerse grande y hacernos sentir a todos los allí presentes lo que deseaba transmitirnos con cada pieza.
El público, compuesto por personas de muy diversas edades, pudo disfrutar el pasado 16 de febrero de uno de los mayores violinistas del panorama actual. Las buenas sensaciones se confirmaron cuando, al final del espectáculo, los artistas que ocupaban el escenario (entre ellos el libanés Ara Malikian) se vieron inmersos en una ovación que rondó los cinco minutos de aplausos.
El concierto estuvo marcado por la historia personal del artista que, a través de la música, los juegos de luces y sobre todo sus humorísticas explicaciones, nos puso en conocimiento de lo que le había costado a él encontrarse donde estaba y los sentimientos y sensaciones que le habían surgido en este camino. Sin duda fue un encuentro familiar para las miles de personas que pudieron acudir y el propio artista ya ha prometido volver.