[dropcap]E[/dropcap]stamos acostumbrados a planificar nuestra vida y esto no es una novedad. Desde niños se nos educa y se nos hace entrar en el colegio. Se nos hace afiliar a ciertas costumbres, a practicar actividades, deportes, o cualquier ocio que pueda ocurrirse. Seguimos creciendo e ingresamos cada vez más en estudios más avanzados. Terminamos de hacerlo y comenzamos a trabajar, además de llevar a cabo lo que se debe hacer para desarrollarse como ser humano.
Tenemos una idea o una evidencia de lo que queremos desempeñar en el futuro próximo y en el momento en el que esta idea se apodera de nosotros, toda nuestra vida girará en torno a ella.
Salimos, quedamos, hablamos, reímos, lloramos… Vamos de un lado al otro, un día vamos para clase y otro día hacemos cualquier actividad como salir de fiesta o divertirte en una quedada con amigos. Y siempre pasa algo, pasa algo que nosotros no teníamos planeado. Algo que torna sorpresivos todos nuestros planes, algo que cambia nuestro devenir momentáneo con un giro de más de tres ciento sesenta grados. Y es que mi poca experiencia vital me ha hecho darme cuenta de que casi siempre las cosas no salen como uno había planeado o más bien, debido a ciertas coincidencias, las cosas cambian.
¿A quién no le ha pasado que un simple gesto, una simple complicidad o una simple casualidad no le cambia el día y el humor por completo?. Calderón de la Barca solía decir que la vida es sueño y que los sueños, sueños son. Pero quizás no somos conscientes del alcance de esta frase, ya que como si estuviésemos soñando, la vida nos sorprende cada día. Nos sorprende esa persona que queríamos ver en ese instante como si del mismísimo destino se tratase. Nos sorprenden las expectativas, nos sorprenden las añoranzas. Pero siempre como si soñásemos, o más bien, como si un sueño se hubiese hecho realidad.
Planificamos para sorprendernos, y es que por mucho que nos empeñemos en seguir organizando todo, la vida nos seguirá sorprendiendo y no tenemos más que dejar fluir el barco de la vida por el mar de las sorpresas. Sorpresas que ni el más cuadriculado y organizado alemán podrá evitar. Asombro cautivador y cambiante.
Vida con destino, o más bien, vida soñada con continuas coincidencias.
Rodrigo Angeleri Gastañaga