[dropcap]H[/dropcap]oy, la sección “nos quejamos” pretende remontarse a los años 30-50. A esos años en los que el fascismo era toda una realidad en Europa (¡Y no digamos en España!). A esos años en los que la xenofobia estaba a la orden del día. A esos años en los que nadie hacía nada contra la violencia de género porque “era lo normal”. A esos años en los que el racismo más absoluto no solo se permitía, sino que, además, se vitoreaba.
A esos años en los que los homosexuales eran encarcelados y tratados como parias.
Afortunadamente, hemos aprendido mucho en los últimos años. Las políticas y legislaciones contra la violencia de género, la xenofobia, el racismo… en definitiva, contra las ideas de la gente que se dice superior a otra persona o grupo por sus condiciones de nacimiento, están proliferando a una velocidad de vértigo. Valorar su utilidad o inutilidad daría para otros 15 artículos.
Sea como fuere, una se siente segura, feliz, pensando que vive en una sociedad civilizada, con unos valores ejemplares, a seguir por los demás países del mundo. Vive en la Unión Europea, rodeada de países con Constituciones en las que se proclama la igualdad y la no discriminación. Hasta que un mazazo de realidad llega en forma de sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que avala una orden ministerial francesa por la cual se permite excluir permanentemente a los hombres homosexuales de las donaciones de sangre, vinculando con esta decisión a cualquier otro tribunal (europeo) que se encuentre en la misma situación.
La justificación a tan “moderna” decisión está en que entre 2003 y 2008, la mayoría de contagios de VIH se produjeron por relaciones sexuales, de las que aproximadamente la mitad eran entre hombres. En un claro intento de que la patada discriminatoria al colectivo homosexual no fuese tan fuerte y directa a la cabeza, el TJUE establece en su sentencia que el país en cuestión debe demostrar que “estas personas están expuestas a un riesgo elevado de contraer enfermedades infecciosas graves, como el VIH” y que “no existen métodos menos coercitivos para garantizar un alto nivel de protección de la salud de los receptores”.
A la pregunta de si la sangre de los donantes franceses es o no analizada (para prevenir esos riesgos que el país alega) antes de ser transfundida, las autoridades afirman que hay un pequeño período de tiempo tras el contagio por VIH en el cual no aparece en los análisis pertinentes.
Una no puede dejar de preguntarse cuál es la diferencia entre los efectos de este período de tiempo cuando éste se da en el cuerpo de una persona heterosexual y en el de una persona homosexual. Hasta donde yo puedo leer, una simple estadística de seropositivos homosexuales como la que alega Francia no es motivo suficiente, ni muchísimo menos, para insultar y pasar por encima de los derechos de personas que tienen una orientación sexual diferente, pero las mismas ganas de ayudar a salvar una vida que un heterosexual.
Este miércoles, Europa ha retrocedido 70 años en el tiempo.
Carmen Andrés Espiga.