Cristina Ballesteros.
Una vez, Bécquer escribió que “podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía”. Supongo que quería desquitarse un poco de lo infravalorado que se sentía siendo un poeta romántico de esos. O enamorar a una mujer que le devolvía los halagos con desdén. En fin, el caso es que, a raíz de la actividad de la que quiero hablar hoy, he llegado a la conclusión de que se equivocaba. Y mucho.
El pasado jueves 2 de febrero tuvo lugar la primera sesión de Micro Abierto organizada por jóvenes burgaleses (pero jóvenes jóvenes, casi imberbes) en La Casa de las Musas. La sesión constaba de un micro, un foco que te hacía perderte en la atmósfera del café y tú. Y las musas, claro. Algunos de los redactores del periódico asistimos como participantes y oyentes y yo, personalmente, he de decir que salí de allí muy satisfecha.
Fuimos saliendo por un orden preestablecido según nos habíamos ido inscribiendo y alternando música y poesía. No sé si fueron los versos, las notas, nosotros mismos o la cerveza, pero creo que se creó una atmósfera creativa que muchos de nosotros necesitábamos. Que llegaron las musas volando, vaya.
En un mundo donde es muy difícil creer en nada, crear nada que impacte o simplemente emocionarse y hacer que otros se emocionen, nosotros, los creativos más que poetas, colocamos la primera piedra en el pequeño templo de la poesía burgalesa. Supongo que muchos otros bailaron ya con ella, la han besado, abrazado y la han empujado desde el nido para que volara, pero era necesario un nuevo soplo de aire fresco. Me refiero a nosotros mismos. A mí nunca me gustó que me catalogaran como la rarita que escribía a veces y leía mucho y os puedo asegurar que ese jueves me hice muy valiente para enfrentarme a los malos. Los miedos.
En fin, amigos, siempre habrá poesía porque siempre habrá poetas.
Muchas gracias y muchas veces.
Fotos por Valentina Galeano y Teresa Martínez.