«NUNCA SUBESTIMES LA ESTUPIDEZ DE UN FUNCIONARIO»

[dropcap]T[/dropcap]erribles y equivocadas palabras, que obviamente, y por si no ha quedado claro con el entrecomillado, no son mías. Simplemente han servido de inspiración para el artículo que nos concierne.

Todo empezó un día en el que, cómo no, estaba esperando a que se cerrasen las piscinas. La tenue luz que hay en los ocasos despejados cubría toda la instalación y la temperatura era un regalo, no como el calor que había hecho horas atrás. Y…cómo cabe esperar, con este decorado la gente suele aplazar sus obligaciones a favor de dilatar su, a veces indeseada, presencia. Un grupillo de dos hombres y dos mujeres, suponemos que  matrimonios ambos, se acercaban al banco en el que pacientemente estaba esperando a la hora de cierre. A cada paso que daban, se podía escuchar mejor la conversación que parecía sacar de paseo todos los rencores que habitaban en sus almas. Unos gritos, unos aspavientos dignos del menos cuerdo de los trastornados. Obviamente, eso y lo cómico de la situación, hizo que mi atención se centrase en ellos mientras pudiera escucharse su debate, porque ni era mi intención seguirles, ni así lo hice. De esos quince segundos en los que el sonido no se solapaba con ruidos de fondo ni se atenuaba, escuché de boca de un hombre que, quizás por disculparle, parecía haberse bebido su paga extra de verano en cervezas aquel día. Digo quizás por disculparle, porque lo que articularon sus labios no tiene perdón: “Nunca subestimes la estupidez de un funcionario”. ¡En buena hora esa conversación entró en mi ratio de escucha! Pero qué desfachatez, qué barbaridad. Desde hacía tiempo un comentario no me había ofendido tanto. Y eso que no pertenezco al Cuerpo de funcionarios.

Hacienda

Solamente a una persona envidiosa y poco instruida se le ocurre decir una estupidez (porque eso si es una estupidez) de semejante calibre. La perlita del otoño, aquí y en  Nueva Delhi. Me bloqueé en cuanto oí tal disparate. Y mejor que fuese así, porque si no el hombre se tendría que haber tragado esas palabras, y yo habría padecido el bochorno de admitir que en ese momento tenía las narices metidas donde no debía. Y para no salir uno trasquilado, y que se le etiquetase de cotilla, coherentemente ni se movió del banco. Los hechos son claros e inequívocos, objetividad ante todo. Los argumentos que este “caballero” esgrimiría para defender su desacertado comentario, serían tan vagos que ni merece la pena darle audiencia. Hay cosas que son indefendibles, y entre ellas, estas maliciosas siete palabras.

¿Qué lleva a una persona a creerse esa mentira? Es verdad que hay personas que no confían en el Estado, y por consiguiente tampoco en los trabajadores de Éste, pero son los que menos, los antisistema. Una persona sin ideas extremistas y sin ideario político anarquista, por qué puede llegar a pensar eso. Sin funcionariado España, ni ningún país lograría salir a flote. Sin tejido funcionarial cualquier Estado se tornaría un infierno.  Sin personal sanitario, sin profesionales al servicio de la Justicia, sin cuerpos de seguridad, sin docentes este y cualquier país sería un  caos. Por eso debemos estar orgullosos de tener una gran plantilla funcionaria, y darles las gracias por todo su trabajo. Con esta discreta defensa a los miles de funcionarios que están ahí para todos nosotros quiero intentar compensar las quejas que reciben, aunque sea imposible.

Sergo Fontecha de Vilumbrales.

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