Diego García
Me resulta raro hasta a mí estar escribiendo esto. Posiblemente no fuese el titular que esperases encontrarte aquí, pero no sabes las ganas que tenía de opinar sobre este tema, y se ha dado aquí y de esta manera tan extraña y espontánea.
Creo que estaría de más introduciros en el mundo interno y profundo del juego, pero sí debería explicaros brevemente el funcionamiento de una manera muy básica para que comprendáis lo que os expondré posteriormente.
El juego, para alguien un poco entendido en la materia, consiste en recorrer las calles de las distintas ciudades del mundo en busca de extrañas criaturas virtuales y capturarlas. A su vez, existe la posibilidad de «conquistar» pequeños emplazamientos conocidos como «gimnasios pokémon» en los que, según el equipo al que pertenezcas, quedarán coloreados de un color diferente (amarillo, azul y rojo) y, en ocasiones, se pueden hacer «raids» de algunas criaturas extrañas para intentar capturarlas.
Recientemente también se implementaron dos funciones «sociales» que permiten «hacer amigos» a través de códigos, y «combatir» en «peleas pokémon». Esto ha incrementado las relaciones de los jugadores (o eso parecía). Hasta aquí todo bien ¿no?
Todo esto, volcado en el mundo real, ha desembocado en cantidad de jugadores adultos que, por la nostalgia que aún le guardan al Mundo Pokémon, y el buen recuerdo que tenían cuando lo jugaban en cualquiera de sus plataformas, han invadido las calles en busca de sus criaturas favoritas.
Ligando esto con los problemas de todo buen «Gamer», la compañía Niantic (distribuidora del juego), se ha encargado de explotar los deseos nostálgicos de estos jugadores a través de sus inversiones en el juego. Es por ello que ya hay varios «Entrenadores Pokémon» con cientos de euros invertidos en esta aplicación.
Y llegamos a otro tema delicado; pues todo juego tiene su comunidad tóxica, y Pokémon Go no es una excepción. La adicción de algunos jugadores ha provocado conflictos fuera del mundo virtual. Se trata de jugadores adultos cuya adicción llega a veces a sobrepasar hasta sus obligaciones, creando así un verdadero e insano fanatismo por el juego. Esto está perjudicando a los pocos jóvenes que se interesan por jugarlo y que se siente amenazados y espantados por este tipo de comportamientos.
Fuera de todo esto, el juego es una gran oportunidad para salir de casa, caminar y divertirte mientras lo haces, pero es una verdadera pena que se estén dando este tipo de hechos por la simple adicción. Estoy seguro de que si los Pokémon existieran en la vida real, muchos de estos se achantarían a la hora de amenazar, porque ya sabéis lo que dice el refrán: «Poochyena ladrador, poco mordedor».