Un horizonte translúcido; un futuro de elecciones.

[dropcap]S[/dropcap]i nuestros ojos se fijan por un momento en el horizonte, un futuro no muy lejano tiñe el cielo de colores. Entre otros, por ejemplo, el rojo, el naranja, el azul, el morado, etc. Son los colores con los que identificamos a diferentes grupos de personas. Diferentes equipos que con una ilusión conjunta quieren vencer sobre los demás en menos de dos meses. Son representantes de la ciudadanía. Caras, ideas y sonrisas diferentes unidas mediante cada color para defender un futuro, su futuro; el futuro que todos vemos reflejado en ese horizonte incierto hacia el que miramos intrigados, dedicamos nuestro tiempo y exhortamos para todos los que nos acompañan nuestros miedos. Recitamos cada palabra, cada queja que nos desespera, cada noticia que leemos y que puede hacernos cambiar de opinión.

Aunque ellos estén ahí para ayudarnos, para guiarnos, para representar nuestros deseos, no siempre son de fiar. Qué fácil es decir lo que tanto ansiamos escuchar en una campaña previa a las elecciones y qué probable es cambiarlo todo cuando uno está ya en el poder. Y durante cuatro años, el tiempo les ofrece una perfecta oportunidad de cambiarlo todo; o nada.
Elegir es muy difícil. Un voto erróneo o poco reflexionado puede dar la victoria al partido equivocado. Quizá la discusión no recaiga tanto en el voto en sí, sino en qué queremos. No solo para nosotros individualmente, sino para todos de forma colectiva. Al fin y al cabo, esquivando las diferencias que nos separan, nos afecta a todos por igual.

Son partidos políticos. Para bien o para mal están ahí para ganar, para demostrar que son los únicos que pueden gobernar correctamente cumpliendo con las propuestas que prometen, que siguen y persiguen durante un buen rato anterior a las elecciones, a un día, solo unas horas en las que nosotros, los ciudadanos tenemos el poder de cambiarlo todo. Ellos pueden estar frente al Gobierno durante cuatro años, pero solamente pueden conseguirlo con el ‘insignificante’ gesto de echar un voto en una urna; o de no echarlo; o de soñar con un color o con otro; o indicar unas ideas o las contrarias.

En definitiva, es cierto, que a simple vista, cualquier personaje extranjero, indagando en nuestro sistema político actual podría decir – y no sin razón– que actualmente en España nos falta pulir muchos aspectos y cualidades para poder permitirnos decir que vivimos en un sistema democrático, pero sólo con la delicada acción de votar todos los españoles, podríamos afirmar que, al menos, la base democrática sí la tenemos, aunque ni siquiera todos los votos valgan igual.

Qué se le va a hacer, el horizonte aún no se ha tornado de ningún color y, de momento, se ve translúcido. Depende de nuestra elección, adquirirá un color determinado y se verá más o menos bien. Nuestro objetivo no es tanto pintarlo de un color, sino conseguir que sea transparente y veamos claro e imponente el camino hacia nuestro futuro.

Neila II

Neila Rodríguez.

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