Cuando me habló la hiedra

Una tarde de hielo al comienzo del milenio volaba yo planeando un valle rural, verde y frondoso, hermoso lugar. Planeaba las corrientes cálidas evitando el gélido invierno, las últimas hojas ocres otoñales ya eran recuerdos y mi corazón joven sentía atento.

Uno entre cientos o miles,
desnudo en el cielo,
azul pero sincero,
gris y fiero el horizonte acecha mi vuelo.

Mi nido está lejos,
un fuerte roble, inmenso,
con dueña y dueño,
orgullosos ellos
ceden un espacio bajo su ala,
ya el horizonte dejó de ser fiero.

Viendo que me sobraba tiempo, ante el largo viaje de retorno, me paré a descansar a un arroyo. El agua helada en mis patas me provocó un escalofrío, atisbé el acecho hace unos instantes, era un zorro hambriento. El corazón se me salía del pecho, disimulé, púsome de frente al infierno y le miré a los ojos, eran sinceros, hablaban de muerte y miedo. De repente, saltó hacia mí con terrible esfuerzo y alcé como un suspiro de anhelo el vuelo de nuevo, sin dejar oportunidad de nacer aquel temible encuentro.

Largas horas en devaneos, volar en algo inigualable, mágico y tedioso en su contraste, pues cuando largo era el viaje y duro el tiempo, volar en realidad, es algo incierto.

Me posé entonces en la fachada de una casa grande y abandonada, en medio de un pueblo que revivía antaños momentos con empeño y crecía…

Era yo invisible al jaleo,
majestuoso y presumido batía mis alas,
llamando la atención,
pero sin lanzar el vuelo.

Los niños admiraban el plumaje,
las otras aves tenían miedo,
del depredador del viento
era un águila,
joven apuesta,
ducha en pocos careos con la vida,
temida pero ignorada por aquellos…

Sentí entonces algo que no entendía,
confuso en los pormenores,
el cielo era añil, oscuro reproche,
era imposible volver al refugio de mis noches,
al manto de mis progenitores,
empecé a temblar,
sabía como,
sabía cuando,
pero no el donde,
me habló la hiedra…

Y entendí el porqué.

aguila-volando-6

Fran NezbiaN. El Secreto de la verdad

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