Ana Martínez & Miguel Ángel Portilla
La noche de los viejos rockeros comenzó el viernes en el Andén 56 vibrando con un Barón Rojo que comenzó a toda velocidad, intentando hacer felices con su música a todas las chicas (y chicos) de la ciudad. Y vaya si lo consiguieron.
Llenaron de Rock and Roll una sala llena a rebosar en una de esas típicas noches de frío burgalés.
Gracias a su música, a sus letras, pudimos comprender que los hermanos del Rock and Roll son como el buen vino. Ese que mejora con la edad. El que por muchos años que pasen, nunca pierde su esencia.
Y es que “Hijos de Caín” llevó a todo el mundo a un infierno de maestría y buena música del que nadie querría salir, porque Barón Rojo son símbolo de libertad, cuerdas de acero que hacen retumbar la sala, siempre, haciendo que las campanas doblen en cada concierto de Rock and Roll, por ellos y por nosotros, resistiendo hasta el fin del día, porque ellos siempre están allí, y esperamos que siempre estén.
Obús recogió el relevo con la fuerza que te da ser uno de esos grupos más que consolidados en el panorama heavy mundial, y estaba claro que todo el público necesitaba más, y Obús no defraudó.
Puño en alto, no se olvidaron de nosotros y demostraron que casi no han cambiado nada, ni piensan hacerlo. Nos dejaron a todos temblando a sus pies, y les oímos, madre mía si les oímos. En el Andén 56 retumbaron las cabezas al ritmo que Carlos Mirat, su batería, imponía, incluso desde una escalera.
Si, si, desde una escalera, leéis bien, porque Obús, ante todo, es show, es espectáculo, el que ofrece Fortu, su cantante, ese burgalés orgulloso de serlo que con sus ya 65 años, agota toda la energía que tiene, y parte de la del público en cada canción, para conseguir que la esencia no se pierda.
Y así es como, entre buen rollo y grandes leyendas, pasadas las 2 de la madrugada, terminó la noche de los viejos rockeros en el Andén 56, recordándonos a todos que por muchos años que pasen, el heavy trasnocha, y el buen rock nunca muere.
