Las disputadas islas (desiertas).

China, Japón y Taiwán. Estos son los tres Estados que se disputan la posesión de unos peñones pacíficos, en cuanto a su localización, no respecto a la “paz” que: las islas Senkaku. Sí que es verdad que son islas, o islotes que suena más grotesco, pero inhabitadas e inhabitables dadas sus características. Siempre los Estados han entrado en conflicto por temas absurdos. Por ejemplo Francia con España por saber quién tenía prioridad de paso en las aguas que bañan Fuenterrabía y Hendaya, o Marruecos y  España por dos piedras poco erosionadas como Perejil. Desde que el ser humano tiene raciocinio, el sentimiento de posesión aflora desde su interior, para hacerse manifiesto de cara a los demás en un sinfín de ocasiones. Simplemente ver como un niño pequeño se apropia, indebidamente no cabe duda, de objetos que le resultan atractivos. Todos hemos sido niños, y todos lo hemos hecho. Pues algo muy parecido pasa con las islas de la discordia. Tres Estados, que no detentan las mejores relaciones diplomáticas entre ellos, pretenden hacerse con el dominio de esta evaginación terrestre en medio del Pacífico. Todo para colgarse una medallita, sentirse realizados y decir a sus conciudadanos que han logrado lo que sus adversarios internacionales pretendían desde hace años, lustros, decenas de ellos…

Como es lógico, Japón tiene documentos antiquísimos que atestiguan la tenencia de las islas. Así mismo no, solamente la tenencia, sino también el sentimiento subjetivo, la querencia interna de seguir detentando su propiedad¹. Ese sentimiento interno es lo que los romanos conocían como “animus possidendi”. Animus que es la voluntad interna de algo, y possidendi, de poseer. Por lo que Japón ya exterioriza ese animus possidendi, ánimo de poseer, desde antiguo. Aunque en un principio, esas islas no les suscitasen interés más que para la navegación, para apuntar en la bitácora que habían pasado por ellas a la vez que reflejaban el número de cetáceos que habían divisado. En la actualidad estos accidentes geográficos tienen ese interés, que solamente puede ser de un tipo: económico. Ya lo cantaba Liza Minelli, “money makes the world go around”, y así se refleja. Triste realidad, el rendirse ante el Dios dinero. Pero realidad al fin y al cabo. El interés suscitado reside en los cupos de pesca, en el beneficio que se registraría de explotar esas aguas, y en la existencia de bolsas de gas y petróleo (que no se sabe hasta qué punto podrían ser rentables).

Aunque a la vista del Tratado Shimonoseki queda claro y evidente el Estado dominus de esas ocho islas, el afán de los asiáticos por complicar las cosas (que quizá nazca de la necesidad que tienen de hacer rituales de lo más cotidiano) es lo que ha situado en el plano internacional, desde  los setenta, a estas elevaciones submarinas emergidas desde el reino de Poseidón (muy barroco, pero me quería conceder la licencia). Yo soy tajante, y canto el “prior tempore potior iure” para enfocar, desde la opinión que me suscita, la titularidad de los siete kilómetros cuadrados escasos, objeto de disturbios. China negó su titularidad a favor de Japón, y eso no da lugar a dudas. Que siglos antes los nipones coloreasen esas islas del mismo color que China es una prueba sin contenido jurídico, ya que aseguro que no habría leyenda en ese mapa centenario. Aunque Taiwán, otra parte interesada, quiera invocar la cercanía de las islas como prueba a su favor, la verdad es que ni es cierto, ni es constitutivo. ¿Quién le dice a EEUU, país que por cierto “invadió” militarmente las islas tras la Segunda Guerra Mundial, que el archipiélago de Hawái no es suyo? Sinceramente nadie lo haría. Y tampoco nos podrían decir que las Islas Canarias no son españolas. Aunque aquí hay Tratados, y voluntad de los habitantes, cosa que tiene gran valor a la hora de la decisión.  Podríamos hacer un stop y afirmar que la  invasión estadounidense de las islas tuvo unas consecuencias positivas. Hubo paz, no hubo disputa, todo parecía estar bien…hasta que en 1971 se hizo ese sondeo de los fondos marinos y EE.UU. devolvió a su país propietario, las islas que fueron suyas, desde que la República China rehusó de ellas.

Objetivamente,  las disputas que se tuvieron han sido en perjuicio de Japón, ya que este país es el titular, mal que pese a los chinos y taiwaneses. Un ejemplo ha sido la violación del artículo 56 de la resolución 2759 de la explotación de la Zona Económica Exclusiva, mediante la entrada de pesqueros de banderas extranjeras, sin consentimiento. En palabras de Gloria Albiol Biosca, los fondos marinos son un Patrimonio común de la Humanidad, pero esa comunidad tiene el límite de las 200 millas náuticas, la llamada zona económica exclusiva (ZEE). Por lo que los metales, minerales y objetos que puedan encontrarse, así como el buen mantenimiento de los mismos, será a cargo del Estado titular: el país del Sol naciente.

Triste desenlace el que nace del hallazgo de oro negro en las profundidades marinas.

Sergio Fontecha de Vilumbrales.


¹ Aunque propiedad no es el término «más correcto», que sería  sin duda dominio. Ya que haría referencia al poder absoluto que tendría un Estado sobre su territorio y gente. Titularidad también se acerca al significado. Pero no propiedad, ya que hay ciertos elementos que se escapan a la idea de propiedad como tal.

 

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