¿Merecen la pena los cómics?

Manuel Sastre Sánchez

Ya es de todos conocida la noticia. A sus noventa y cinco años, ha muerto el ahora legendario historietista estadounidense Stan Lee, a causa de una neumonía. Ahora ocupa un lugar junto a los grandes del cómic como Will Eisner, Robert Crumb, Bob Kane, Osamu Tezuka y su compañero Jack Kirby. Y alguno que seguramente me dejo en el tintero. Él contribuyó como pocos a difundir este arte y destacó, no por sus grandes historias ni por unanarrativa que haya envejecido especialmente bien (y si no, que alguien seatreva a leer los cómics de los años sesenta), pero sí por grandes innovacionesque hicieron crecer al medio en una época que aún estaba en pañales.

Aún recuerdo perfectamente el día en que compré mi primer comic. Ocurrió siendo yo muy niño y después de haber leído historietas francesas y españolas (Astérix, Mortadelo y Filemón, Rompetechos…) y unas revistas de Spiderman compradas en kiosco que satisfacían escasamente mis deseos de conocer aquellos personajes musculosos y vestidos de licra ajustada que llamamos superhéroes. Me hablaron de una tienda de mi ciudad en la que compré cinco cómics que leí con avidez. Desde entonces, las historias en viñetas se convirtieron en entretenimiento habitual para mis tardes y en dolor de bolsillo para mis padres.

Sin embargo, a medida que fui creciendo, estas historias se me fueron tornando cada vez más insulsas, y es que descubrí la amarga realidad que muchos lectores de comic, anclándose sólo en los superhéroes, nunca descubren: el cómic superheroico es el representante de la vertiente más plana y comercial del mundillo. Con muchísimas excepciones, claro. No vamos a quitarle el mérito; existen en este ámbito grandes historias y grandes personajes. Y, seguramente, sin éstos, muchos ni siquiera hubiéramos entrado en la industria. Pero hay una realidad que todo lector de cómics debería conocer: las otras ramas de la industria son tan o más emocionantes que la americana. Para los no iniciados haré una breve explicación: a pesar de que el resto de los países puedan tener industria, a nivel internacional casi todo se clasifica en tres tradiciones: la estadounidense, dominada por los superhéroes; la japonesa, con mangas de todo tipo y la franco-belga, cómics editados en zonas francófonas en las que el medio está fundamentalmente orientado al público adulto.

En nuestro país, según datos del año 2007 publicados por el Comercio Interior del Libro en España, el mundo de la historieta supone alrededor del dos por ciento de los títulos publicados (incluyendo libros, etc.) y unas cifras de facturación de menos de ochenta millones de euros. Son unas cifras ridículas si lo comparamos con otros países como Francia. El sector, poco más que una sombra de lo que fue en el país y los autores, a menos que emigren, cobran poco más que calderilla por sus trabajos. Sin embargo, las publicaciones extranjeras venden bastante mejor.

Hay quien afirma que vivimos en una edad de oro para el comic. Desde luego, esto no es así para los autores. No, al menos, en nuestra tierra. Pero tienen razón en una cosa: la mentalidad francófona está impregnando una buena parte de la demanda del público. Quizá la razón de que en los países europeos de habla francófona (Bélgica, Francia o Suiza) el comic sea tan popular sea que, orientados a un público adulto, se abren las puertas a las historias complejas, los experimentos y la originalidad, donde los cómics se valoran por su calidad gráfica y narrativa, de la misma manera que se valoran artes como el cine, el teatro o la literatura. Puede que el repunte del comic establecido, por películas como las de Marvel o DC lo hayan favorecido, pero, en cualquier caso, de unos años a esta parte, la industria se ha poblado de nuevos y viejos autores, experimentando, fundando proyectos y planteando ideas originales. El comic independiente crece y proliferan por doquier autores y sellos pequeñitos a los que debemos gran variedad y frescura. Ojalá les concedamos una oportunidad y tanto los antiguos lectores de mainstream, que lo tenemos un poco abandonado, como los primerizos que nunca se adentraron en este mundo, disfrutemos de este medio narrativo, pues está madurando y nos ofrece material mucho más interesante que en épocas pasadas.

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