Llega la Navidad y como cada año nos disponemos a reunirnos en familia para disfrutar de tal acontecimiento, nos sentamos en la mesa familiar a disfrutar de una cena que entendemos que es una de las más especiales del año. Se comparten momentos y se disfruta de una forma consecuente en familia tras llevar a cabo una serie de preparativos previos de gran importancia para que esta cena “salga bien”. Es un momento especial, el simple hecho de saber que vas a compartir la cena de Navidad con tu familia es de esas pequeñas cosas de la vida que conviene mencionar y cuidar. Los valores familiares y ese culto a la unión son el principal signo de esta festividad.
Pero… ¿Cuál es la otra cara de la Navidad?, desde hace mucho tiempo y a raíz de las costumbres estadounidenses que se asimilan en casi todo el mundo occidental, la Navidad ha venido a ser catalogada como la fiesta del consumismo. Se crea la figura de un señor regordete con traje rojo y barba encargado de llevar a cabo la tarea de entregar regalos a los niños del mundo, figura que obviamente, invocará a ese consumismo. Año tras año las diferentes multinacionales, así como los principales super-mega mercados, ven como esta festividad se torna como una carrera, una carrera de compras que se traduce en ingresos más que suculentos. Se compran cosas, cosas que ni siquiera son necesarias, cosas que se cree que realmente son imprescindibles cuando quizás son totalmente prescindibles. “No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita”, este eslogan fue característico de una marca publicitaria y francamente lo aplaudo, ya que estas marcas con su publicidad por lo general suelen incitar a lo contrario, a consumir. Y es que el consumo nos nubla y parece que tenemos la impetuosa necesidad de comprar para ser felices. Y no, la felicidad no reside en tener mayor cantidad de cosas, no reside en el consumismo.
Deberíamos pensar en tratar de volver a las costumbres navideñas de antaño, aquellas en las que el principal eslogan era el disfrutar de la compañía de los tuyos. Aquellas en las que los valores dignos de ser mencionados en la vida tenían auge e importancia.
Creo que Jesús, la persona a la que al fin y al cabo va destinada esta fiesta (seas creyente o no), explicaba esa serie de valores como el amor, la unión, la solidaridad, la amistad… Y no creo que sea necesario comprar mil doscientas treinta y ocho cosas para demostrar esos valores a las personas queridas que te rodean. Quizás debería pensarse si realmente esta fiesta que creemos que va encaminada a celebrar la natividad de cristo, no es equivocada y deberíamos reemplazar “Navidad” por “Compra Más”.
Rodrigo Angeleri