Olvidé tantas cosas que ya apenas recuerdo nada,
de los preámbulos de noches y besos,
de tus pómulos súbitamente ruborizados,
de tu palabra contra mis versos,
de nuestras mañanas después de los sábados.
Olvidé tantas cosas que construí un cementerio de mi pasado,
de tu sabor a cerveza y tu olor a vainilla,
de tus manos frías deslizándose entre las mias,
de nuestras tardes,
de de nuestras noches,
de nuestros días.
Olvidé tantas cosas…
Que incluso olvidé olvidarte.
Roberto Ortega de la Vega.