María Segura
Nunca te diré
que de tanto pensarte
a veces olvido mi nombre,
olvido lo que soy,
lo que pienso y lo que escribo.
Tampoco te diré
que mi parte del día favorita
era cuando te asomabas por mi mente,
me dabas los buenos días
y te dormías conmigo por las noches.
De todas las canciones que me enseñaste,
mi favorita
siempre fue el último acorde de tu boca,
y que cuando hacíamos música,
ni Dylan nos igualaba.
Y por último,
nunca te diré
nada de lo que estás leyendo aquí,
querido poeta,
porque tú
ni siquiera me viste,
y yo ni siquiera te escribí.