Noelia Martínez García
Cap. 1 SOCIO-ZOMBIES
El sonido lejano de la locomotora que te inicia en esta experiencia marca el inicio, el chillido de las ruedas irrumpe en el ambiente y el paisaje se va haciendo nítido a medida que se acerca la estación, ¿qué nos esperará allí? No lo sé, pero seguro que es emocionante…
Has llegado a la parada, ahora comienzas el recorrido. Has entrado en una zona que a primera vista parece normal, pero mira más atentamente, la gente que vive en ese barrio está rodeada de anuncios, modos de atraer su lado más consumista. Ahora mira a la gente, de nuevo mirando en la superficie, las apariencias, son como gente normal, quizás como tú o como yo, pero andan como muertos vivientes, gente sin vida, presos de la rutina que tienen una personalidad que puede que no sea suya. Este primer tren te ha dejado en el barrio de los socio – zombies. Estas criaturas no son como los zombies corrientes, no buscan cerebros ni personas humanas “sanas”; solamente siguen a otro como ellos pero que por alguna razón consideran un líder; un modelo a seguir. Es un lugar en el que más que personas, habitan hordas de clones; es un lugar en el que todos los grupos tienen a ese modelo que dicta qué hacer, y si no encajas en uno, o renuncias a seguirlo, tienes un problema. Estás en un barrio en el que hay muy pocos supervivientes, se te acerca uno de ellos.
Atento, va a contarte su historia:
– “Hace años que este lugar está infestado de estos seres, y sólo son peligrosos si dejas que te convenzan de que los sigas, si decides abandonar tu personalidad.
Yo era una niña cuando todo esto de seguir las modas comenzó, la gente está más segura en un espacio en el que está integrado, supongo que hay que ser fuerte para soportar la presión de no estarlo. Cuando somos niños queremos ser alguien, si le preguntas a un niño qué será de mayor seguramente te diga que futbolista, y las niñas, cantantes, bailarinas, princesas…
Alguien en algún momento dictaminó que cuando un bebé es chico se viste de azul y cuando es chica de rosa. Alguien dictaminó que a los niños se les regalan coches de juguete y a las niñas cocinitas. Los niños echan carreras y las niñas juegan a “papás y mamás”. ¿Qué pasa cuando un niño se salta esa regla? Nada bueno. Comienzan los problemas. Tenemos la manía de clasificar a la gente, cuando una chica comienza a jugar al fútbol en los recreos y se rodea de chicos y crece con ellos, igual cuando tenga quince años no se comporta como lo que se suele llamar “una señorita”. Asimismo cuando un chico juega a las muñecas, a cocinar o hace de padre de la familia en un simple juego, ¿cómo lo calificas entonces? Nenaza, marica, afeminado… ¿Y a la niña? Marimacho, poco femenina… A todos nos gusta el orden, nos sentimos inseguros hacia los cambios y tememos que pasen cosas malas, pues bien, a eso me refiero con socio – zombies, personas inseguras hacia los cambios que siguen una gran masa, ya sea por encajar o por no llamar la atención, incluso por refugiarse en una sociedad segura que proporciona una vida sin cambios, una vida fácil de afrontar.
Al final un individuo de personalidad vacía siempre depende de otro para clonar la suya. Pasando ahora a la época de la educación primaria, quizás sigue habitando ese sentimiento de querer ser como alguien. Yo nunca he sido la más hábil detectando la malicia de los demás, pero estoy casi segura que en esos años nadie iba contra nadie en especial, aunque las cosas cambian, a la vista está que en apenas unos años, los niños han ido incrementando su afán de clasificar, y el que no luce como una joven promesa del fútbol o la que no es como una princesa resulta un cambio notorio en los estándares físicos, y tanto tú como yo sabemos lo que resulta un cambio, un dulce caos que saca a la luz la segunda cara de la moneda en este enrevesado mundo de las opiniones.
Si llegamos a la secundaria, la adolescencia, el tema se complica cada vez más. Ahora es el momento en el que hay que “ser diferente siendo igual”, empieza el momento de luchar por un hueco y la autosuficiencia personal en la sociedad y hacerse notar, llega el momento de ser el mejor en algo. En mi instituto eso se ve de maravilla, las personas que decidimos tener nuestra propia opinión sólo podemos encontrar apoyo en compañeros similares, y al final los que imponen las reglas son los líderes, o te unes, o eres el bicho raro que siempre estará etiquetado de la misma manera.
Al final no tener tu propia opinión supongo que es duro, y si la tienes y estás preocupado por destacar en un grupo en el que no puedes hacerlo debes callarte, lo cual llega a ser terriblemente frustrante. Yo estuve en un grupo así una vez, me había cambiado de instituto por segunda vez y parecía que esta vez todo iría mejor, parecía que iba a encajar, pero resultó que me metí en un grupo de gente que a mi parecer no aporta nada y en el cual mi opinión no valía nada, más que tener amigos tenía jefes que oprimían mi libertad de expresión y tuve que elegir: quedarme y ser aceptada en un grupo en el que no estaba cómoda o abrir las alas y echar a volar para poder vivir a mi manera. Decidí volar lejos, no tener problemas, aunque siempre engañada por mí misma, porque mis problemas no habían hecho más que empezar, es lo que tiene no ser igual que el resto.
Pueden pasar años primero que encuentras a otros supervivientes de la pandemia, puede que al principio se piense que no es tan difícil, pero te das cuenta de que no hay tanta gente como crees, de que no es tan fácil sobrevivir sin ser como el resto. Al final sólo tienes problemas, problemas… He usado demasiadas veces esa palabra, pero bueno, una vez que encuentras a gente con quien compartes el sentimiento de querer ser libre, de estar lejos de tanto clasismo y de tantos clones te quitas un gran peso de encima, a veces los necesitas más y otras menos. A veces ellos necesitarán que les salves al igual que tu lo necesitarás otras, pero primero que encuentras alguien con quien tener esa confianza y relación pueden pasar muchos años; muchas cosas…
No es lo más sencillo pero es lo que nosotros elegimos, volar, desplegar nuestro potencial humano, aunque no encajemos, aunque no nos comprendan lo suficiente como para darse cuenta de que los cambios pueden dar miedo, pero no son tan malos como nos los pintan. Simplemente somos la semilla del cambio, somos la gota del océano que piensa que las cosas no se están haciendo del modo correcto, que a veces el método correcto no es el más sencillo y que al final todas las maravillas que hemos creado como seres humanos se están quedando en el pasado, y nosotros nos estamos estancando en el camino fácil, en el fácil pero erróneo.
Todos los prodigios ideados por el hombre, todos los avances que hacemos como especie, se reducen a cenizas cuando nos centramos en una sociedad mediocre. Los grandes reinados del absolutismo cayeron por la simple razón de querer oprimir la opinión del pueblo, algo que al final hoy en día abarca un tema muy complejo. Se tienen en cuenta las opiniones del pueblo, sí, pero sólo en cierta medida, lo que a lo largo de la historia se llama “todo para el pueblo pero sin el pueblo”. Ahora la cosa no va tan mal, no hay monarquías absolutas, pero sigue habiendo gente que dicta leyes u órdenes, y lo que es peor, hay gente a la que le dictan lo que hacer, y lo aceptan sin rechistar. Ese es el problema de este barrio, que hay gente que dicta modas, expresiones, formas de vivir o pensar, y que hay gente que reprimiendo su personalidad y su yo lo aceptan y no oponen resistencia a aquello que no es de su agrado, por lo cual, para mí, han perdido su ser y se han dejado llevar por las inquebrantables hordas de los socio – zombies.
Se dejan llevar por las masas, y al final se pierden la maravilla de la libertad de expresión que supuestamente nos ofrece la sociedad moderna y actual que habitamos. De todos modos, gracias por escucharme, se agradecen las mentes abiertas por aquí.”