A pesar de la juventud, se pueden vivir grandes tormentos; indiferentes a ojos de los demás, pero inmensos bajo los hombros de uno mismo.
Recapacitar una vez pasado todo el ciclón de sentimientos, recordando esas lágrimas que salían como latidos involuntarios de unos ojos exhaustos, que inconscientemente buscaban una pizca de compasión y empatía, algo que hiciera cesar el dolor, los remordimientos y la culpabilidad.
Levantar cabeza con los ojos escarchados, inundados en lágrimas petrificadas; pensar que el pasado es cosa del Tiempo, algo intangible e inmutable, que así permanecerá para siempre.
Lo único que puede sanar una mente obsesionada con un recuerdo aparentemente inmortal es dejar pasar el Tiempo, nunca olvidar y en ocasiones perdonar.
Aprender de lo vivido, para poder vivir sin ser marchitado, siendo eternamente
INMARCESIBLE.
Silvia del Hoyo