Ya vimos la semana pasada en qué consiste la entrevista y la importancia de preparar su contenido, pero existen otra seria de elementos formales que se deben considerar.
Si en días previos se ha buceado en información sobre la empresa y el puesto y pensado en las respuestas más convenientes a las preguntas previsibles, el mismo día de la entrevista requiere una preparación propia y una mentalización. En primer lugar, levantarse de la cama con suficiente tiempo para arreglarse y activarse. Huelga decir que se debe cuidar la higiene personal y la imagen que se quiere dar.
En cuanto a la forma de vestir, debe ser acorde a la empresa y al puesto, para ello será útil la información que se haya conseguido previamente. En cualquier caso no conviene improvisar, mejor dejarlo todo preparado de víspera, y estar seguros de que la ropa elegida está bien limpia y planchada. Es recomendable evitar estridencias que puedan chirriar al entrevistador, como colores demasiado atrevidos o elementos llamativos. En caso de que el candidato lleve piercings o tatuajes se debe plantear si conviene disimularlos, pero todo esto siempre es relativo, dependiendo de la empresa (no es lo mismo optar a un puesto de tatuador, de operario en producción o de asesoría jurídica). En cualquier caso siempre se debe cuidar una imagen de profesionalidad, tanto la apariencia externa como en las formas, no hay que olvidar que la empresa quiere un buen trabajador, y la profesionalidad que demuestre el candidato es la clave.
Pero la imagen no lo es todo, la actitud es otro elemento de suma importancia. Es normal que ante la incertidumbre de qué ocurrirá y la posibilidad de, ¡al fin!, encontrar un trabajo uno esté nervioso, pero se debe intentar controlar e ir tranquilo. Es difícil, pero se puede ver como una especie de conversación de negocios en la que ambas partes tienen intereses y afrontarla con la mayor naturalidad posible. Tranquilos, pero no relajados, si se transmite sensación de indolencia o desinterés la empresa preferirá a otro candidato con mejor disposición.
Por último sobre la actitud, la humildad siempre es buena compañera, presentarse excesivamente seguro de conseguir el puesto o engreído suele causar distanciamiento y difícilmente se conseguirá empatizar con el entrevistador. Por otra parte, tampoco hay que mostrarse dubitativo, ya que una imagen de pusilánime no resulta convincente para afrontar los retos que el puesto de trabajo conllevará. Se puede decir que en el medio está la virtud, uno debe estar seguro de sus capacidades y de lo que puede aportar pero siendo consciente de que no es el único que puede hacerlo y estando dispuesto a aprender y mejorar según el desempeño laboral lo requiera.