En toda nuestra vida de estudiantes estamos con una mochila puesta, llena de libros, vivencias, amores, desamores, amistad, odio y muchas horas de estudio. Se supone que la universidad es otra etapa dentro de nuestra vida educativa, el colofón de esta y donde el paso del instituto a la especialidad elegida es crucial. Pues bien, se supone que siendo adultos las diferencias y estereotipos se eliminan y se pasa a un respeto mutuo entre estudiantes. Pero no es así, es mas, esas diferencias se exacerban e incrementan, el odio se convierte en hipócrita y se hace patente la envidia. La universidad debería ser un espacio libre, sin ataduras, donde la educación se respirase y se sintiera en cada aula. Pero sigue habiendo una necesidad incurable por la popularidad y el reconocimiento.
Sin embargo, los profesores son deprimentes con excepciones y sólo se salvan de la indiferencias los alumnos. Debemos unirnos y amar la educación, revelarnos, participar, ser mejores entre nosotros.
Para mi en esta vida hay dos tipos de personas, los que actúan y los que esperan, debemos ser de los segundos, actuar, ser libres, sin miedo y quitarnos la mochila, esa mochila que nos deforma la espalda y marca nuestra postura. Debemos divertirnos, soñar y ser parte de una comunidad.
¿Por qué?, ¿qué nos enseñan?, debemos hacernos esta pregunta. Somos una generación que lo tiene difícil, se acerca la etapa de elegir, nos dicen que emprendamos, que estudiemos ciencias, que seamos prefectos, pero la realidad es distinta, nos subestiman, solo nos convertimos en un currículum que apilan, otro mas.
Nuestro paso es fugaz y nuestra elección es difícil, debemos luchar y ser libres, quitarnos la mochila y ser humildes con nosotros mismos.
“No entres dócilmente en esa noche quieta.
la vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
rabia, rabia, contra la agonía de la luz.”
Dylan thomas.
Fran NezbiaN. El Secreto de la verdad