La política exterior de Obama: ¿Grand Strategy o adaptación al cambio?

[dropcap]U[/dropcap]no de los últimos debates surgidos en relación a la política exterior estadounidense es el de las profundas contradicciones en los que la Administración Obama ha incurrido en diferentes ámbitos clave de la misma que se están produciendo en la actualidad, a saber: el conflicto planteado con Rusia en Ucrania, la solución al plan nuclear de Irán o la intervención realizada en Irak y Siria contra el Estado Islámico. Todo ello enmarcado en el contexto de un sistema internacional, en el que el equilibrio de poderes está progresivamente modificándose en favor de algunas potencias como China, en el que ha podido observarse el comportamiento crecientemente asertivo de otras como es el caso de Rusia y en el que algunos ya han planteado la posibilidad de que Estados Unidos haya comenzado a dejar de ser la «potencia indispensable» que los propios líderes estadounidenses, como es el caso de Madeleine Albright o Bill Clinton,  habían reclamado ser desde el fin de la Guerra Fría.

Cuando Estados Unidos surge de la etapa de confrontación diplomática con la Unión Soviética conocida como Guerra Fría y en el que las necesidades de supervivencia de Estados Unidos como Estado y del sistema que representaba, se abría una etapa de optimismo en el que se consideró que valores occidentales como la democracia y los derechos humanos podrían ser expandidos a nivel global, contribuyendo a la creación de una comunidad de paz a nivel internacional. Esta etapa de unipolaridad que Estados Unidos representaba en los años 90 daría muy pronto paso a una etapa marcada por la amenaza que entidades no estatales y grupos terroristas tras el 11 de Septiembre. Los malos resultados de los procesos de construcción estatal en Afganistán e Irak -por contraste con el éxito de los cambios de régimen producidos en ambos casos- y que venían a unirse a otros supuestos fallidos como los de Somalia, Haití, Bosnia y Kosovo generando una escasa apetencia entre la opinión pública estadounidense por verse envuelta en nuevas «guerras de elección», conflictos en los que los intereses nacionales de la potencia estadounidense difícilmente  pueden considerarse de primer nivel.

Con la llegada de la Administración Obama al poder comenzaron a plantearse algunos cambios en la política internacional estadounidense, esta vez centrada en el ámbito de la toma de decisiones en el círculo más estrecho de la Casa Blanca que componen el presidente y sus principales asesores de confianza, más que en la influencia de los cargos políticos encargados de dirigir y gestionar los grandes Departamentos que componen el Gabinete. La actitud más conciliadora hacia los rivales autocráticos del mismo, unido a la convicción del presidente sobre los límites del poder estadounidense a la hora de permear la realidad del sistema internacional condujo a una modificación de algunas de las líneas maestras de su política exterior durante este periodo. Elementos procedentes de algunas de las corrientes ideológicas clave de su política internacional como es el caso de la expansión de la democracia liberal, que se remontan a los discursos pronunciados por el presidente Wilson en 1917 y 1918 quedaron en segundo plano frente a las nuevas necesidades estratégicas, que obligaron a modificar la prevalencia de escenarios antaño clave como era el caso de Europa o Latinoamérica y, en menor medida, del Próximo Oriente frente a la región de Asia-Pacífico, donde se llegó a plantear el famoso «giro» o Pivot. Esta estrategia conduciría a un incremento de la presencia estadounidense a efectos de contrarrestar la cada vez más asertiva posición china, particularmente en algunos de los conflictos que mantiene con sus vecinos -algunos de ellos aliados estadounidenses- en relación a diversas reclamaciones territoriales.

Eventos concretos como el desencadenamiento de la «Primavera Árabe» obligaron de nuevo a la Administración Estadounidense a cambiar algunas de sus líneas maestras y centrarse en un proceso de cambio que, a medida que pasaba el tiempo, empeoraba las optimistas perspectivas iniciales de una Administración que había pensado en encontrarse con una «cuarta ola democratizadora» y se vio abocada finalmente a un nuevo intento por restaurar algún tipo de statu quo parecido al original. Mención especial merece el caso libio, donde una nueva intervención humanitaria «liderada desde atrás» acabó produciendo otro cambio de régimen, que no fue seguido por el proceso de construcción estatal al que se nos tenía acostumbrados, y acabó desembocando en la creación de un Estado fallido, con las consecuencias negativas para los Estados de la región que hemos podido observar en tiempos recientes.

De los errores pasados provienen los problemas actuales. En el caso de Siria e Irak la Administración Obama ha recibido críticas por la falta de intervención primero en Siria traspasando la antigua línea roja relativa al uso de armas químicas y en el Irak por una supuesta retirada prematura. Dos críticas probablemente injustas teniendo en cuenta los efectos de pasadas intervenciones tendentes a provocar cambios de régimen en el primer caso y en el segundo los efectos del fallido proceso de construcción estatal en Irak. Más aún, ante el desarrollo de los acontecimientos en Siria relativos al surgimiento del Estado Islámico han obligado a replantear la actitud estadounidense ante el régimen sirio, mientras ya inició un proceso de negociación nuclear con Irán. Dos casos que muestran la elevada influencia de un cierto realismo pragmático en el ideario del presidente estadounidense. El caso de Ucrania no ha escapado a las mencionadas tensiones provocando un vuelco a la inicial política de Reset defendida por la Administración. La política de sanciones y la creciente tirantez con una Rusia a la que, sin embargo, se necesita en otros supuestos de primer nivel en cuestiones de seguridad internacional como Irán o Siria e incluso en una futurible contención de China, parece que será la tónica en el medio plazo.

Los críticos de la política exterior de la Administración reclaman de la misma la elaboración de una Grand Strategy similar a la que inspiraría el diplomático George F. Kennan con la doctrina de la contención durante la Guerra Fría al que, sin embargo, el presidente Obama dice no necesitar. Sin embargo, la diversidad de problemáticas y desafíos que se plantean a la política exterior estadounidense hacen difícil plantear una planificación estratégica semejante, al menos, hasta que una potencia que pudiese constituir un desafío similar al que supuso la Unión Soviética se consolide de manera definitiva. En este sentido, las soluciones parece que deberían ser diferentes, dado que los desafíos que se afrontan también lo son. Algo que la Administración Obama parece haber entendido a la perfección, pese a que una cierta planificación estratégica y planteamiento de objetivos claro parecen convenientes a efectos de poder llevar a cabo una política exterior relativamente coherente que no existe en la actualidad.

Hasta el momento en esta etapa de supuesto declive Estados Unidos afronta tres grandes desafíos recientes a la seguridad nacional: el primero es la amenaza del Estado Islámico y otros grupos terroristas, el segundo la necesidad de afrontar en su justa medida el desafío del ascenso chino y su creciente asertividad en  áreas geográficas próximas. Finalmente, Estados Unidos debe reconducir conflictos actuales como los de Siria, el plan nuclear iraní o la cuestión de Ucrania, en los que un empeoramiento de la situación no está en sus intereses vitales y para ello contener el idealismo que suele inspirar su política exterior, debe dejar paso a una estrategia de pactos asentada en planteamientos de carácter pragmático.  Pero sobretodo sigue siendo imprescindible abandonar la concepción declinista que ha imperado en los últimos tiempos para una potencia que seguirá estando en el centro del sistema internacional de Estados y para la que sigue sin plantearse una alternativa posible ni deseable.

Juan Tovar es profesor ayudante doctor en relaciones internacionales de la Universidad de Burgos

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