Miguel Ángel Portilla Vélez
El espectáculo se retrasaba y el nerviosismo del publico se percibía en el ambiente de la Sala Anden 56 en forma de gritos y silbidos. Nada que no desapareciera a las 23:15 cuando Daniel Acosta entró en escena.
El sevillano fue el encargado de allanar el terreno al protagonista de la noche, y supo modelar al publico, que pese al frio de la noche burgalesa y la espera, rápidamente entró en calor comenzando las primeras risas incontroladas, los aplausos y las intervenciones de algunos miembros del publico ansiosos por tomar parte del hilarante momento. Y no era para menos, sus “vivencias” como temprano emprendedor con la venta de chocolate en el patio del colegio, o su incursión en la venta de pollos en el asador de su padre, dieron comienzo a un monologo lleno de dobles sentidos, que aunado a la escenificación del cómico, dieron lugar a un monologo a la altura de la noche.
Tras él, llego el turno de Enrique San Francisco. El cómico llegó a la sala con su espectáculo “La penúltima”, en la que aúna monólogos realizados a lo largo de su trayectoria, hablando de política, guardia civil, despedidas de soltero animales y sexualidad. El actor salió a escena con paso firme, dispuesto a enfrentarse a su público, pero como no podía ser de otra forma, y como el título de la gira indica, rápidamente se escucho un grito dirigido a camerinos “¡traedme una caña!”, elemento que contuvo en sus manos a lo largo de su estancia mientras el público le animaba a beber y respirar a lo largo de su intervención.












