[dropcap][/dropcap]El incendio destruyó la casa completamente. Los bomberos únicamente llegaron para impedir que la caída de los escombros pudiera causar más daños. Todo empezó por un cortocircuito y se propagó rápidamente.
Andrea venía a cuidar a los niños cuando María no podía quedarse con ellos. Cada vez que iba a trabajar, María llamaba a Andrea para que se quedara con ellos.
Ese día, Andrea venía de pelearse con su novio, la típica pelea de adolescentes, pero que dejó a Andrea muy preocupada. Cuando sonó el teléfono al mediodía y su novio la invitó a pasar la tarde con él, Andrea no dudó. Tenía que buscar la forma.
Se le ocurrió que la siesta de los chicos podía ser un buen momento. Ellos dormían hasta las seis de la tarde; ella tendría dos horas para encontrarse con él y arreglar sus asuntos. Antes de salir, acostó a los niños, los arropó con mucho cariño y se fue, cerrando la puerta con llave; no quería que Nacho, el mayor, se despertara, bajara las escaleras llamándola como siempre hacía y luego le contara a su madre que ella no estaba en casa.
De repente, Nacho se despertó por la tos de su pequeño hermanito de seis meses. Aún a los cinco años, ya se dio cuenta: algo estaba pasando. Llamó a Andrea, que no contestó, intentó abrir la puerta y por suerte no se abrió. Si lo hubiera hecho, las llamas hubieran inundado la habitación por completo, dejando a todo y a todos los que estaban dentro a merced de las llamas.
Él supo que tenía que salir. El humo seguía entrando por debajo de la puerta. Intentó abrir la ventana, pero ni siquiera llegaba al picaporte. Y, con cinco años, Nacho tomó una decisión: con el perchero de madera rompió la ventana. Sin pensar vació su mochila del colegio en el suelo y cargó en ella a su pequeño hermano. Salió por la ventana, descendió por el árbol de al lado de la casa, con mucho cuidado hasta el jardín.
Cuando los bomberos los encontraron y los arroparon, todos se preguntaban lo mismo: ¿Cómo pudo ese niño hacer todo eso y salvar a su hermano? El Jefe de bomberos dio la respuesta: Lo pudo hacer porque no había ningún adulto que le dijera que no iba a poder.
Conclusión: Desde pequeños, se nos enseña que ciertas cosas nos son inalcanzables. Pues bien, el potencial del ser humano, su capacidad, es infinita. No podemos darnos por vencidos en aquello que los demás no han podido hacer. Hay que mirar siempre hacia delante. Siempre en positivo, construyendo con esmero y cariño todos nuestros sueños.