¡Cómo cambian los tiempos!

         Recuerdo con cierto fervor cómo en mi niñez mis abuelos exclamaban “¡Esto antes no era así!”, “¡Qué rápido cambian las cosas!” y con unos seis o siete años siempre me preguntaba a que fenómeno o sobre que circunstancia hablaban. Miraban la televisión a color y afirmaban que en un chispazo de tiempo en el siglo XX la televisión como ellos la conocían, había cambiado, había mutado de blanco y negro a color. Yo me asombraba, algo que yo siempre había conocido de una única forma podía ser cuestionado y tenía toda una historia de cambio y progreso detrás. Y es que, como en todo en la  vida, la historicidad y el devenir de los tiempos plasmarán el futuro cercano y producirán cambios. Cambios que ni siquiera de niño, adolescente o adulto alcanzas a comprender con exactitud. Y es que la vida cambia, los tiempos cambian y la marca del ser humano en ese progreso adquirido se torna afable y de desmesurada importancia.tele1 tele2

Pensemos por un momento en aquellos antiguos libros, o quizás los mismos libros que suelo leer en la actualidad, en textura y formato de papel con sus marcas, arrugas y manchas temporales y con su característico olor a biblioteca, a libros. Los mismos libros que mis abuelos me incitaban a leer y que con tanto cariño cuidaban. Y otra vez, otra vez el cambio y el progreso han dejado atrás esos libros de papel, esas manchas de café dulcificado a raíz de disfrutar del mismo de una forma exquisita… Otra vez cambio, surgieron los libros electrónicos. Mis abuelos, como antes habían afirmado con la televisión, el progreso de los automóviles e incluso con la vestimenta y las costumbres sociales, volvieron a cuestionar y a afirmar aquella frase tan grandilocuente y sencilla, “¡Qué barbaridad!, ¡Lo que pueden inventar!, ¡Cómo cambian las cosas!” y sí, tenían razón. Y es que los cambios superan con creces el paso del tiempo. Lo que hoy conocemos como libro quizás mañana o pasado pueda tener otro significado y pueda magnificar su utilidad, su pragmatismo.               tele3

No somos conscientes del cambio, y es que la vida cambia, y en ese progreso el tiempo se queda atrás. El tiempo no es rápido, en los últimos veinte años se han logrado curar enfermedades que llevaban descubiertas siglos… ¿Y que son veinte años en la escala del tiempo de la humanidad? Nada, no significan nada. Veinte años son como veinte segundos de nuestro día, veinte años no es tiempo. Y es que la vida cambia, el progreso supera con creces el tiempo que abarca. A diario, en nuestra sociedad tecnológica y tan avanzada, vemos como en distintos puntos del globo se inventan millones de cosas y no en demasiado tiempo. No se invierte tiempo, el progreso y el trabajo, así como el afán por superarse como humanidad lo han superado con creces y están un paso por delante.

No sabemos con que nos sorprenderá la humanidad y con que rasgo del progreso despertaremos mañana. No sabemos si, quizás como mis abuelos hace unos años, no estaremos sorprendidos de ver con avanzada edad como cambian las cosas, no sabemos si quizás lo más probable sea que acabemos explicando estas situaciones a las generaciones venideras. Y es que la vida cambia y con ella el progreso. Y es que el tiempo ha perdido la batalla por perdurar lo que hoy conocemos como algo fijo, como algo inamovible. Todo lo que conocemos como novedoso, mañana será antiguo y quizás eso que conocíamos ya como nada, mañana se convierta en algo de gran importancia.

El tiempo va unos pasos por detrás del progreso y el cambio de la humanidad.

Rodrigo Angeleri

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