Salté al vacío sin trampolín…
Hacia mis sábanas,
cerrando mis ojos lentamente.
Aunque vi lejana esa estrella salté a por ella.
A lo mejor es esta tempestad la que me aísla,
el silencio
como el grito que me inspira.
La vida,
la vida…
Me pesa y no la sostengo.
Tras mil puertas abiertas,
escogí el desierto,
angosto viaje durante mis sueños,
inmerso en lagos de invierno,
espere tu primavera.
Soledad,
que ahogas mi pena,
das alas
a la angustia.
La busco a ella,
a ella…
Si la imagino
toco el sol del amanecer,
pero la visión de su sola existencia
hace atardecer mi luz,
me atormenta,
me llueven mares de furia interna,
me hierven océanos de lava sedienta.
Busco la primavera…
Luces negras me iluminaban,
un solo de trompeta,
ceremonia de mi presencia,
imbuido en la pena,
nadando bajo el hielo,
sin esperanza…
De improviso,
el amanecer vistió mi circunstancia
y mi ser.
Exhalé un suspiro de alivio
ante tantos dilemas incomprendidos.
Miré al vacío a los ojos,
desafiante,
viendo desde el precipicio
una manada de cobardes asustados,
viendo al cazador agonizante.
Cuando el miedo atacó,
esquivando su golpe,
le agarré por la espalda.
Mares de llanto,
miseria, carne,
mas llanto,
sangre.
Degollé su vida de lado a lado,
y mientras el miedo
se dejaba abrazar a la muerte,
le mire a los ojos,
viéndome asustado,
comprendiendo que la belleza
me dejó cegado.
Y desperté de mi letargo,
amargo abstracto, exacto descaro,
saqué mi avaro deseo de vivir el cielo.
Abrí los ojos,
y vi de nuevo.
Fran NézbiaN El Secreto de la verdad