El futuro es suyo

Los recientes altercados hacía asociaciones de estudiantes constitucionalistas abren el debate de si realmente hay libertad de expresión en las universidades españolas.

La universidad, esa institución casi milenaria que todos respetan y cuya importancia en nuestra sociedad no da lugar a dudas. Ese espacio que históricamente ha formado parte de la vida de cientos de jóvenes, ampliando su pensamiento crítico a la vez que son preparados para el complejo mundo laboral que les espera.

La universidad está regida por la libertad de cátedra, la cual forma parte del derecho a la educación, permitiendo el intercambio de ideas entre los miembros que conforman el proceso educativo propiciando a la reflexión, el pensamiento crítico y el análisis sin recibir presiones de ningún tipo.

Pero, ¿tienen realmente los estudiantes españoles libertad de expresión y pensamiento dentro de sus centros?

No es extraño leer o escuchar sobre incidentes en varias universidades donde las asociaciones constitucionalistas por la defensa del pluralismo han sido atacadas por los estudiantes de la izquierda más radical. Sin ir más lejos, el pasado jueves 5 de mayo de 2022, los miembros de la asociación universitaria Libertad sin Ira sufrieron agresiones físicas y verbales por parte de un grupo de encapuchados en la Universidad Complutense de Madrid.

Se me plantea entonces la siguiente cuestión; ¿Es esa libertad de pensamiento y expresión solo válida para un sector del alumnado y depende totalmente de su ideología?

Ser joven y tomar partido nunca ha sido una tarea sencilla. Involucrarte y ser activista de aquello en lo que crees requiere esfuerzo, dedicación y últimamente también valentía y coraje. ¿Debería alguien ser valiente para poder expresar su opinión?

Las universidades tendrían que ser un espacio de intercambio de ideas, de debate, de formación continua en libertad y estar lejos de sectarismos que impiden el desarrollo normal de la docencia. Las instituciones académicas deberían garantizar que todos los estudiantes pudieran organizar actos, conferencias y movimientos estudiantiles con total seguridad, sin miedo a que unos radicales les impidan celebrar con normalidad aquello que han organizado.

Los estudiantes miembros de S’ha Acabat, la asociación de jóvenes constitucionalistas más grande de Cataluña, conocen de primera mano lo que es tener que renunciar a una carpa informativa o a un acto y tener que abandonar la universidad con empujones, amenazas, agresiones físicas y verbales para volver a clase al día siguiente y tener que compartir aula con sus atacantes.

Actualmente no hay protocolos efectivos para evitar que sucedan estos altercados. Casi llegar a sentir que la comunidad docente lejos de apoyarlos, justifica ciertos actos radicales, puede llegar a hacer que se planteen hasta donde merece la pena seguir luchando por sus ideas.

El coste personal de hacerlo es muy alto. Sin embargo, ahí siguen. Valientes, luchadores, comprometidos y sobre todo constantes en defender una universidad plural, respetuosa y crítica.

La tolerancia es una virtud que depende de la paz y la fortaleza, y sin duda estos jóvenes demuestran cada día su compromiso por la libertad en los centros educativos. El futuro es suyo.

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