Se debe entender este artículo, escrito en el ecuador de la primera cuarentena, como
una luz que trataba de arrojar claridad sobre el comportamiento de los mercados
financieros en lo que era la mayor crisis sanitaria del siglo.
Todos podemos coincidir en que el mundo ha experimentado un proceso de
globalización que, lejos de parecer parar, visiona un futuro todavía más conectado
por las tecnologías 5G y el desarrollo de las economías emergentes, mismamente
ilustrado con la calificación de “infraestructura crítica” a la burgalesa Hiperbaric por
el gobierno estadounidense. Ahora “lo local es global y lo global local”, una frase en
la que lejos de entreverse desventajas, finalmente se han encontrado.
¿Quién iba a pensar que lo que era “el virus de Wuhan”, un “virus chino” acabaría con
amenazar la economía mundial de tal forma que su paralización total no sea ese
demente desvarío del político de turno?
¿Quién esperaba que las bolsas mundiales iban a sufrir unas caídas como no han
acontecido en décadas?
Para hablar del impacto del Covid en los índices bursátiles es preciso hablar de las
implicaciones de los ahora comunes confinamientos nacionales, centrándonos en el
caso español; una parada de toda la actividad no esencial, una hibernación de más
del 50% del PIB Español según Javier Santacruz y una previsible concatenación de
cierres del 15% de las empresas según El confidencial no augura un fácil futuro para
el país. Lo razonable entonces es que hubiera salidas de capital de las compañías
españolas y su consiguiente reflejo en la puntuación del IBEX35. Todos estos
augurios se unieron a las previsiones del banco Americano Goldman Sachs que, lejos
de tranquilizar, redujo sus previsiones de un crecimiento del 1,8% a una contracción
del 9,7%; o en otros datos 49.000.000.000€ de pérdidas en un solo mes (4 puntos
del PIB) según El País.
Pero, ¿Acaso esto se entiende como la caída del estado español y su consiguiente
sumisión en la más profunda anarquía? La respuesta es NO. Entonces ¿Por qué ha
sucedido esta fuga masiva de 161.031 millones a 31 de marzo? Estaríamos hablando
de una faraónica pérdida del 28,9% de la capitalización del IBEX, una mayor que la
que sucedió a el hundimiento de Lehman Brothers, en donde todo el sistema
financiero global se puso en duda ¿La respuesta? El miedo; mejor dicho, el pánico.
No podemos caer en los ecos de una teoría ya extinta sobre la racionalidad absoluta
de los agentes económicos y la perfección del mercado bursátil; los mismos hombres
que vaciaron los supermercados de leche y papel higiénico, son los mismos que
llamaron a su asesor desesperando por un salvavidas para abandonar el barco de la
inversión en bolsa; o incluso los mismos gobernantes de fondos y carteras de
inversión, que viendo como el sentimiento más humano se llevaba chorros de
liquidez de sus fondos, decidieron no dejarle sin respuesta, y actuar. Dicen que las
emociones que regentan al ser humano son el amor y el miedo, pero los mercados
no entienden de amor.