Bajo un día de bochorno meteorológico con temperaturas superando los 30 grados (también en sensación térmica), la célebre Noche Blanca de Burgos hizo un regreso espectacular. Desde las 17:00 horas de la tarde, tanto burgaleses como visitantes se hicieron a la calle para disfrutar de más de un centenar de propuestas culturales. Vuelos coordinados de drones en el Castillo, cronografía sobre la fachada del Ayuntamiento y videomapping sobre la Catedral fueron solo tres de ese centenar de actividades. Las festividades se esparcen por todo el centro histórico de la capital. Música, cine, humor, teatro humor y exposiciones – acompañado por la guinda de un clima propiamente veraniego – hicieron de este sábado 21 de Mayo una jornada inolvidable.
Un buen regreso
Después de su parálisis en el año 2020 y 2021 a causa de la pandemia, la decimotercera edición de la Noche Blanca sirve para inaugurar, extraoficialmente, la gran cultura festiva burgalesa que incluye fiestas como El Parral, las fiestas de San Juan, y las diversas fiestas rurales (verbenas) que se expanden por la provincia. Así se notó, desde luego, a pie de calle.
Inaugurada en mayo de 2008 en su primera edición, La Noche Blanca se describe como “una manifestación cultural gratuita y abierta a todos los ciudadanos que se celebrará en la ciudad de Burgos” donde “el público descubrirá o redescubrirá la ciudad de otra manera, coloreada y vestida de luz, más festiva, más humana y a veces sorprendente de pura poesía,” según la página web del Ayuntamiento de Burgos.
Crónica personal
Desde las 20:00 horas el casco histórico presentó un tráfico peatonal considerable, siendo casi claustrofóbico el desplazarse por calles abarrotadas de vestidos, camisas y pantalones cortos. Curiosamente, el uso de la mascarilla fue tan escaso como el uso de abrigos de plumas. Las multitudes se dividían por ambos lados del Rio Arlanzón, una parte alrededor de las actividades frente al Museo de la Evolución y la otra entorno a la Catedral.
El espectáculo en la fachada de la Catedral, una proyección de un muñeco de trapo, dejó mucho que desear. Aun cómodamente asentado sobre una mesa de una terraza (pocos fueron los afortunados capaces de encontrar asiento en una plaza tan concurrida), el verdadero espectáculo fue presenciar la gente tomando las calles de la ciudad – eso, y pagar cifras enormemente infladas por una pinta de cerveza.
Después de un susto de lluvia entorno a las 22:30, y un breve paseo, pude presenciar el resto del concierto de Grotesque, frente al Museo de la Evolución. Luces, techno, y un gran botellón en manos de los jóvenes burgaleses presentes creó una ocasión casi mágica. Saltos, bailes, gritos y silbidos denotaban que Burgos necesita más música electrónica y menos reggaetón. El concierto, aunque excelente, tuvo un final inesperado y sin despedida alguna ante la amenaza de lluvia – un total de veinte gotas y nada más. La multitud, pues, tomó ruta hacia la zona de los bares noctunos, sea en Llanas o en Bernardas.
La jornada cierra, tarde en la madrugada, con el caos esparcido por las calles. Las papeleras, atiborradas y colmadas. Las calles, desiertas y repletas de basura. Restos de botellas de bebidas combinadas, unas rojas y otras naranjas, rodaban por las calles y dormían sobre los bancos. Cristales rotos crujían y relucían como las migas de Hansel y Gretel. Manchas de todo tipo daban ‘color’ gracias a los ‘artistas nocturnos’ de la Noche Blanca.
Conclusiones
Después de dos años de pandemia, la Noche Blanca de 2022 augura buenas noticias para el sector hostelero y el turismo de la ciudad. A pesar del conflicto de Ucrania y la crisis del combustible, quizás Burgos pueda, por fin, superar las consecuencias de la pandemia.
¿Cómo fue vuestra experiencia de la Noche Blanca?
Imagen: Ayuntamiento de Burgos