Feliz cumpleaños, Ebrovisión

Hace dos semanas desde el comienzo de Ebrovisión, el festival que te toca, el festival que te enamora, y si os soy sincera, los recuerdos aún flotan en mi cabeza esperando repetirlos pronto.

Hace dos semanas desde el comienzo de Ebrovisión, el festival que te toca, el festival que te enamora, y si os soy sincera, los recuerdos aún flotan en mi cabeza esperando repetirlos pronto. El 20 aniversario prometía, indudablemente, y a pesar de que las expectativas nunca son buenas amigas, mentiría si digo que no he disfrutado como una enana y que no he descubierto grupos alucinantes. Quizás hubo nombres que resonaban entre murmullos y que después no aparecieron en el escenario, pero ¿acaso no formaba parte del propio aniversario esos nervios previos a conocer el siguiente artista, que nos transportaban a la noche de Reyes? En mi caso, me sentía como si fuese mi cumpleaños, contemplaba los regalos envueltos deseando abrirlos y descubrir lo que hay dentro. Arde Bogotá fue, para mí, el primer gran regalo, no por nada, sino porque no los esperaba ahí. Lo inesperado a veces es mucho mejor que lo deseado. Los conciertos anteriores (Jordana B y Morreo) estaban lejos de mi alcance, acababa de llegar de un viaje y aún intentaba aclimatarme en la ciudad. De hecho, llegué un poco tarde, y apenas pude escuchar un par de canciones de Night Beats, una banda estadounidense de rock psicodélico que abría el escenario principal. Alrededor de las 22:00, los murcianos alcanzaron el Pabellón y prendieron fuego el festival, haciendo honor a su nombre. Antiaéreo, Abajo, y Exoplaneta (esta vez acompañados por Gabriel de la Rosa, cantante de Shinova) fueron algunas de las canciones que tocaron y que tanto me hicieron bailar y emocionarme (Exoplaneta siempre estará entre mis preferidas). Tras ellos, llegó el Columpio Asesino con un Toroen directo que hizo temblar al público entero, y que, sin duda, fue uno de los momentazos de la noche. Así se ponía fin a un jueves atípico para Ebrovisión, y es que todos los que acudieron aquella noche hicieron especial hincapié en que la asistencia fue mucho mayor a la esperada. Otros años, el jueves tan solo pertenecía a unos pocos, el resto tenía otro plan: reservar todas las energías para el viernes y el sábado.

El viernes amanecí con la garganta trastocada, me había dejado la voz el primer día y todavía no había empezado el segundo. Eso, evidentemente, indicaba lo bien que me lo había pasado la noche anterior. Pero el festival acababa de empezar así que me vestí y pronto me puse en marcha para disfrutar de los grupos que tocaban en la Fábrica de Tornillos. Me perdí a Bicho Humano, pero un pajarillo me contó lo increíble que sonaron. Y llegué justo a tiempo para conocer a Embusteros, un grupo cordobés que luego tuve la suerte de entrevistar. Dos mil veinte y Prohibido me llamaron la atención especialmente así que podéis imaginar lo que hice cuando llegué a casa: meterme a Spotify y escuchar sus canciones en modo repetición. No me pude quedar a The Parrots ni Biznaga pero cuando dejé la Fábrica de Tornillos, ésta estaba llena hasta los topes.

El viernes prometía y así fue, Camellos y los hermanos Ferreiro, Amaro e Iván dieron comienzo a la tarde en el Escenario de la Salve en el Multifuncional de Bayas, y un público prudente a esas horas, pero muy pero que muy fiel, vibró con ellos. Sobre todo, cuando apareció Iván, una sorpresa que nadie pareció creer hasta que llegó.

El escenario principal se abrió con la banda gallega, Triángulo del Amor Bizarro, y sus Canción de la fama y Fantasma de la Transición. Después fue el turno de Morgan, en mi opinión, uno de mis favoritos del festival. La voz de Carolina de Juan (cantante principal) es envolvente, íntima y dulce, pero con una fuerza inmensa que te envuelve y te seduce. Una de esas voces con las que es fácil que se te caiga la baba y más aún si va acompañada de unos músicos tan increíbles como Paco López, David Schulthess y Ekain Elorza. Sin dudarlo, uno de los grandes descubrimientos. Tras dejar, nunca mejor dicho, el Pabellón bien alto, llegó uno de los momentos más esperados y, ¿por qué no decirlo? Quizás uno de los más comentados. El recinto se llenó, apenas cabía un alma más, todos sabíamos lo que se venía. Lori Meyers aparecieron en el escenario principal en un suspiro de los melancólicos que echaban en falta su presencia y con copa en mano saludaron al público. Fue un concierto corto, acústico y puede que en cierta manera, descafeinado, pero eso no impidió que todo el mundo cantara sus canciones hasta la saciedad, y es que todos esperábamos un Emborracharme y Luces de Neón más movido y atrevido como nos tienen acostumbrados. Con las letras aún en la punta de la lengua se retiraron y dieron paso al siguiente, Carolina Durante se propuso petarlo, ¡y vaya si lo hizo! Perdona (Ahora sí que sí) y Cayetano fueron las mejores o si no… que le pregunten al público, con ellos lo dieron todo… Pero todavía quedaba fiesta en Ebrovisión y es que el broche de oro se lo llevó Ladilla Rusa, para muchos, lo mejor de la noche. Los hermanos más cañeros de España hicieron al público moverse sin parar, con versiones estilo verbena y su conocido Macaulay Culkin se consagraron como uno de los mejores grupos de la noche.

Aún quedaba el sábado, el día grande, el que todo el mundo esperaba. Las apuestas estaban en la mesa, los fans del festival se mordían las uñas con ansia. Sin embargo, todavía había que disfrutar de los conciertos de la Fábrica de Tornillos, Enric Montefusco y Germán Salto y los de Los Bengala y Mi Buena aventura en la Parte Vieja de la ciudad, donde además se pudo disfrutar de una maravillosa Muestra gastronómica en la que participaron los mejores restaurantes de Miranda. Es decir, era un día para no parar por casa. Bifannah y GAF abrieron el recinto en el Escenario de la Salve y a las 21:10 los ebrovisivos se arremolinaron en torno al escenario principal. La Habitación Roja, Rufus T.Firefly y Ángel Stanich fueron los elegidos para abrir la fiesta y convertirla en un auténtico festín para los mayores fans del género. Pasada la medianoche vino el plato grande, aquel con el que soñaba todo el mundo, aquel infinito tenía nombre propio y ese fue Sidonie. Recinto lleno, primeros acordes, ojos cerrados y zapatos pegados al sustrato, que no me despierten de este sueño, yo me quedo aquí. Fascinados nos quedamos todos, bailando y disfrutando, embelesados, felices, y en familia, porque eso es lo que hace la música, unir. Una de las cosas que más me gustan de este festival es el buen rollo, la gente, la sensación de pertenecer a ese momento exacto del tiempo, y no querer ir a otro diferente porque estás donde quieres estar. Carreteras infinitas también sonó y el Peor grupo del mundo también, aunque para nosotros, fuese el mejor grupo durante ese instante que se sintió tan efímero. El final del partido lo pitó Serial Killerz, un dúo musical compuesto por un dj y un batería y así terminó el 20 aniversario de Ebrovisión, el festival que te toca, el festival que te enamora.

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