Inseguridad y desconfianza

[dropcap]P[/dropcap]or fortuna o por falta de ella la mayoría de los que colaboramos con este periódico, sino todos, vivimos en pequeñas ciudades. Si bien es verdad que toda capital de provincia que se precie tiene su sistema de transporte urbano, no es ni de lejos comparable al de las grandes ciudades. Comparable en cuanto a volumen, no en cuanto a calidad. Pero como buenos españoles, todos hemos pisado la capital, y me aventuro a decir que todos hemos utilizado la red de trasporte público de la misma. Conexiones, trasbordos, cambios de medio… ¿Cuántos trenes, autobuses o tranvías se puede llegar a pisar en un día? Viviendo en una gran ciudad la media está en 5 medios de transporte al día…que ya es.

Los que viven en esas grandes ciudades, o nosotros cuando vamos y nos enfrentamos a los cuatro trenes para ir de Chamartín al Auditorio y del Auditorio, acabada la pieza, al hotel en Velázquez, no somos conscientes de que estamos poniendo nuestras vidas en manos de unas personas que no conocemos, y que si se da bien la cosa nunca conoceremos. Esa confianza que depositamos sin pensarlo dos veces puede verse defraudada. ¡Harta gracia nos haría! Pero lamentablemente sucede. Sin ir más lejos recordar el pasado mes, creo que fue el lunes 23 de marzo, el accidente aéreo de los Alpes. ¿Quién podría haber imaginado antes de montarse en el avión que su vida dependía de un copiloto trastornado? Seguramente si alguno de los pasajeros se hubiese cuestionado esa posibilidad habría sido otro su destino. Pero nosotros como seres que dependemos de ese transporte no podemos vivir con la inseguridad de que aquellos receptores y depositarios de nuestra confianza sean unos imprudentes.  Si viviésemos pendientes de ese pensamiento en un primer momento no tomaríamos el transporte público, y al final ni pisaríamos la calle por miedo a ser arrollados por un bus urbano.

Esas relaciones obligatorias derivadas de una conducta social, como es tomar el transporte urbano cada día para ir a cualquier lugar, entrañan un peligro potencial. Toda persona sabe cómo gobierna su automóvil, y si está en plenas facultades para hacerlo. Pero no podemos conocer si el chófer o maquinista está plenamente capacitado. Menos mal que nuestro consciente no se encarga de procesar esa información…porque si no bien vamos. Pero, de ese peligro que se menciona ¿Se podría anular ese componente de riesgo? En materia de seguridad contra peligros externos está casi todo “alerta” (incluso más de lo que sabemos). El  11-S, los atentados de Londres y el 11-M han sido realmente importantes en materia de protección para los usuarios, pero a un costo humano muy grande. Por lo tanto, podríamos atrevernos a lanzar la afirmación de que la mayor parte de los peligros para los que no se está preparado pueden venir, y viene como está quedando patente, de dentro. Un timonel drogadicto, un comandante desequilibrado o un maquinista despistado puede ser nuestro guía cualquier día, si no se toman precauciones y medidas sobre el tejido interno de estos medios de transporte.

 Sergio Fontecha.

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