Llevado por la curiosidad (esa que mato al gato) he buscado la palabra «juventud» en el DRAE. Lo he hecho con la intención de encontrar esa connotación negativa que siempre se le atribuye, esa que dejan caer nuestros mayores cuando recurren a frases tipo «esta juventud de hoy en día…» o «en mis tiempos no teníamos tantas facilidades y no nos quejábamos tanto».
Si bien en el diccionario no había rastro de esta concepción de la juventud, si que se dejaban caer, allá por la cuarta y quinta acepción, las siguientes palabras «primeros tiempos de algo» y «frescura, energía y vigor».
No obstante las definiciones del DRAE y las de nuestros mayores no son contradictorias por necesidad. Si, es cierto, ellos lo tuvieron más difícil. Pero nosotros tampoco lo tenemos fácil. Estamos asistiendo atónitos a la caída del Estado del Bienestar, viendo cómo nuestros jóvenes tienen que “largarse” para encontrar un trabajo digno, mientras, dentro de nuestras fronteras crece la desigualdad social.
Esto no es nuevo, lo sabemos todos. Por lo tanto escribir un artículo para decir lo que ya se sabe es, sencillamente, una pérdida de tiempo.
Ya que las ideas son lo único que no se puede destruir, quisiera aportar la mía al respecto:
Desde que éramos unos enanos nos han hablado de su transición, de su consenso, de su democracia y de su pacifismo. ¿Y qué? Si, estuvo muy bien y fue un ejemplo para el mundo pero no podemos aferrarnos a su memoria para negar el cambio. No podemos sacrificar nuestro futuro para salvaguardar su supervivencia.
Ha llegado nuestro momento, el momento de aquellos que nacimos en «democracia» y que estamos decididos a llevarla a su máximo exponente, el momento de sacar la basura, de desinfectar el Congreso de los Diputados, de cambiar los mítines por asambleas, las porras por lápices y los políticos profesionales por ciudadanos respetables, de preguntarnos en qué parte del camino se nos cayeron esos ideales ilustrados (rectitud moral, virtud y decoro).
Ha llegado el momento de que nos dejéis paso, porque si alguien puede devolverle la dignidad a este país, si alguien puede llenar las casas de gente, los platos de comida, las estanterías de libros, las cabezas de cultura y las aceras de poesía somos nosotros, los frescos, los enérgicos, los vigorosos. Los jóvenes.
Alberto Martín Alonso