Diego García
Muchas veces es preferible no meterse ya que «eso no va conmigo».
Ciertos sectores de la sociedad actual se han malacostumbrado a pensar que, por qué una persona vista de una determinada manera, su personalidad tiene que ir acorde con los estereotipos que esa clase de prendas llevan consigo, y no es así. De hecho, desde hace mucho tiempo se piensa que, alguien vestido con pantalones anchos o de chándal por debajo de la cintura, camisetas con caracteres peligrosos, sudaderas largas, gorra plana y algún que otro piercing, es considerada una persona peligrosa o descuidada. Pero muchas veces olvidamos las personas de ese estilo también visten muy arregladas y de marca.
A veces es molesto escuchar a la gente que juzgue la personalidad y la forma de ser y de pensar de una persona por, simplemente, su forma de vestir. Todo el mundo cree encontrar ladrones y delincuentes potenciales entre las personas mal vestidas o inmigrantes; creen encontrar idiología radical entre mujeres con el pelo extremadamente corto y de colores; sentencian personas homosexuales a aquellas que hablan de cierta manera… Si tan buenos detectives fuésemos ¿no estaría mejor encontrar otros antecedentes y serios problemas como el bullying, violencia de género, acoso sexual, racismo, etc? No. Muchas veces es preferible apartar la mirada y no meterse ya que «eso no va conmigo».
Mi consejo para todas estas personas que recorren la ciudad con sus etiquetadoras, murmurando en cada rincón solos y solas sobre qué clase de persona tienen enfrente cada momento del día es el siguiente: Estando en tu lugar me preocuparía más de conocer realmente a esas personas, de interactuar con ellas, intercambiar opiniones (siempre desde el respeto) y dejar que cada uno gestione su propia vida. Cada uno y cada una tiene sus problemas personales y eso ya es carga suficiente.