Qatar 2022. Mucho más que fútbol.

¿Ver o no el mundial? He ahí la cuestión.

La Copa del Mundo de fútbol es, cada cuatro años, el evento deportivo más esperado del planeta. Para los amantes del balompié, el Mundial es, además, la más bonita competición de todas, el momento donde poder disfrutar de los mejores jugadores junto a familiares, amigos y compatriotas sin importar las afiliaciones personales a clubes o equipos. Es, en definitiva, el momento cumbre del aficionado al fútbol, todos lo esperamos, incluido el que escribe estas líneas, con gran ilusión cada cuadrienio.

El Mundial 2022, uno de los 20 que una persona ve en 80 años de vida, no debiera ser algo diferente, sin embargo, lo es, y la causa no es otra que su sede: Qatar. El país del golfo lleva envuelto desde antes incluso de su elección en una serie de polémicas que han hecho a muchos futboleros replantearse su postura respecto al torneo. Para empezar la selección de Doha sobre otros candidatos estuvo salpicada por sospechas de corrupción y sobornos que afectaron a los expresidentes de la FIFA y UEFA, Blatter y Platini, e incluso al francés Nicolas Sarkozy. Todo esto motivó una investigación del FBI y el Departamento de Justicia de los EE. UU. que concluyó con una serie de detenciones y la dimisión de altos cargos de la Federación Internacional de Fútbol Asociación. Sin embargo, la polémica historia de Qatar22 no concluyó allí, todo lo contrario, no ha hecho más que crecer, principalmente por dos motivos.

En primer lugar, la represión que la monarquía qatarí ejerce sobre las mujeres y la comunidad LGTB, aplicando la más dura interpretación de la ley islámica, la sharía.

En segundo lugar, el hecho que más indignación ha creado entre la comunidad internacional es el régimen laboral imperante en la diminuta nación.

Según diversas investigaciones llevadas a cabo por prestigiosos medios y organizaciones tales como Amnistía Internacional o The Guardian, al menos 6.500 personas, en su mayor parte inmigrantes venidos de Pakistán o India, habrían muerto en la construcción de los estadios que albergarán los encuentros mundialistas. Se considera que Qatar tiene un sistema laboral de carácter quasiesclavista, con miles de trabajadores migrantes a los que se retira el pasaporte con el objetivo de que no puedan abandonar el país y que viven en condiciones de hacinación e insalubridad.

Todo esto es algo bien conocido entre la población, lo que ha generado un intenso debate ético y moral sobre la postura que deberían adoptar los ciudadanos antes estos hechos. Muchos se hacen la siguiente pregunta, ¿estoy acaso avalando lo sucedido si veo el Mundial? Así, a nivel internacional se ha planeado una campaña de boicot por diversas organizaciones de derechos humanos, así como por Clubes de Fútbol y asociaciones de aficionados. Pero ¿servirá de algo esta campaña?

Hay dos motivos, no excluyentes entre sí, por los que una persona podría llegar a la conclusión de boicotear la Copa del Mundo, ya sea parcial o totalmente.

En primer lugar, por una cuestión de ética privada. “No me siento cómodo conmigo mismo viendo esto sabiendo todo lo que ha pasado”.

La otra posibilidad es una cuestión pública, “creo que no viendo el Mundial puedo cambiar las cosas”.

Probablemente, a priori, la segunda de las razones suene excesivamente idealista, sin embargo, no debemos desecharla tan rápido. Es cierto que una acción individual no tiene efectos a nivel global, sin embargo, una acción colectiva coordinada de la que podemos formar parte apagando la televisión, sí puede tener efectos notorios en el share de la competición, afectando por ello a los futuros derechos televisivos y contratos publicitarios de la FIFA. En Alemania el boicoteo parece adquirir importancia tras el apoyo de clubes, bares y peñas, el primer partido mundialista de la selección germana fue seguido en 2018 por 26 millones de personas, en 2022 únicamente por 9,2, 17.000.000 espectadores menos.

Pero ¿y verlo? Yo no tengo una opinión clara al respecto. Se me viene a la mente una cita de Albert Einstein: «El mundo no será destruido por aquellos que hacen el mal, sino por aquellos que lo observan y no hacen nada». Muchos estarán de acuerdo con esta frase en sentido abstracto, pero ¿es aplicable al caso que nos ocupa? Tengo serias dudas.

En cualquier caso, la tolerancia respecto a conductas indeseables y la eventual complicidad derivada es un debate de largo recorrido. Para la reflexión, y aunque no sean situaciones equiparables, aquí van algunos ejemplos. El caso más importante es, sin duda, la actitud que adoptó la población alemana respecto al holocausto que se estaba desarrollando ante sus ojos o, más cerca en el tiempo y el espacio, el posicionamiento de la sociedad vasca ante el terrorismo. ¿Tenemos, como ciudadanos, responsabilidad por los hechos que ocurren ante nosotros, verbigracia el cambio climático? ¿Nos convertimos, acaso, en cómplices por nuestra apatía? Ni mucho menos pretendo dar una respuesta, y como en la mayor parte de las ocasiones, creo, la prudencia es buena consejera y no conviene categorizar. Entre nuestras obligaciones como ciudadanos no se encuentra la de ser héroes. No tenemos por qué serlo. Sin embargo, no es menos cierto que los cambios sociales que acaban por revertir en beneficio de la justicia necesitan del compromiso colectivo. Así lo demuestra la historia, ¿acaso hubiera sido posible la derrota de ETA sin el contundente rechazo de la sociedad, especialmente a partir del asesinato de Miguel Ángel Blanco?

Para acabar me gustaría compartir el archiconocido poema del sacerdote alemán Martin Niemöller.

Als die Nazis die Kommunisten holten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Kommunist.

Als sie die Sozialdemokraten einsperrten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Sozialdemokrat.

Als sie die Gewerkschafter holten,
habe ich nicht protestiert;
ich war ja kein Gewerkschafter.

Als sie die Juden holten,
habe ich nicht protestiert;
ich war ja kein Jude.

Als sie mich holten,
gab es keinen mehr, der protestieren konnte

«Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
ya que no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
ya que no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
ya que no era sindicalista,

Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
ya que no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar».

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